Que no nos desilache el ardor de la daga
Que no caiga en nosotros el mudo maleficio
que de sí, vence al mundo y a todo lo divide
para que seamos siempre, río anudado
y nos estremezcamos ataviados de lianas:
Corona de mi vida: sólo anhelo tus ojos
para abrigar en ellos las luces de mi vida
y depositar en ti, como en tierra silente
el amor que germina en mis densos vacíos.
Dame aquellos colores con los que nutres a la ola
y la espada que vence a los fríos sediciosos
También aquel anillo de luz desparramada
que al momento del beso, revienta mis cristales
y olvido, por instantes, mis sonoras angustias
para extenderme al lado de tu dorso leñoso:
que tu pulpa abrasiva me abrase y me demuelalos quejidos que llevo desde que vine al mundo.