Dame a mi lo que de siempre acreditas
al son de tus estragos y los gritas mientras te va asediando la malaria: lo que es menester quitarte de ese rostro añejo, nacido para berrear y para hacer congojas cuando en un lado, embriagado, ronque un viejo. Tendrás por desventura, verte esmirriada, seca, impura bajo los agujeros blancos de tus pelos en los que feliz se anidara una araña dejándote alegre, calva y con tus mañas. Arrojándote a los pies de cuasimodo: miraste su joroba en bello modo. Contarán los ángeles que vieron mis consuelos arrastrándote tú por ese suelo. Permíteme trepar a un horizonte santo
mientras te cubre el bigote una terrorífica nube
mirándome mancebo ante los cielos. Tu ser de cuasimodo pleno de enojos dejará desternillarme a mis antojos cuando lo arranque la tierna mano del querube, sintiendo tu calzón mancharse el suelo. En la terminología de tus gritos habrás de sepultar a los contritos que murieron al ver el sacrilegio de una cara espantosa despojada de risas, horrorosa, como un mirar de flacuchentos sapos. Tendré por suma ventura verte desgañitarte en desventuras
con espantajos del todo hilarantes.
Concédele a aquel que no te satisfizo
arrancarte las costras y de paso darte de cachetadas arrojándote al piso, tras nalgadas, haciendo de tu cabeza un mingitorio rodando como un tiesto a un locutorio donde hablen los seres olvidados: los leprosos que fueron asustados por tu presunta cara hibrida y contrahecha: Descansarán allí los desconsuelos fatuos. Trepa por unos palos encebados mientras yo me acredito
el título del más puerco entre cerditos
añorando pisotearte en andanadas
en el lugar ensuciado donde los monstruos te dejaron en cinta y un bigotón cornudo entró en andanzas triturando en tu ombligo duras lanzas para matar al dios de los insectos que en ti crecía y que crece ahora: Señora inmunda de todos los venenos. No podrán esconder las apariencias lo que el sabio ya ha descubierto con su ciencia y es que vienes de la jirafa y del erizo: Al paso de tu joroba se molesta ese morrón al que robaste pezuña y cresta llamado por los árabes, camello: Junto a su tecitura de ser bello.
Desparrámate al lado de borregos,
venga a lamente un pobre perro ciego
hasta los cielos se oirán mis alabanzas si la cirrosis la toma con tu higado mujer peluda y forma de culebra donde el cáncer se asoma de a poquito. Te arrojará un tuerto a un crater infinito para quemarte y ya salir de la taredez de verte perseguir a los bellacos a esos entufados que les molesta el saco llevado de parranda con olor a jujuy y a Maluranda: Par de borrosos que de noche inflaman y tienden a auscultar las mamas de pequeños jamelgos
y locadias por todos manoseadas.
dame tus desapariciones esta noche
para correr como correcaminos a esas tabernas donde sirven buen vino trasnochándome sabiendo que no existes: mujer perturbadora que siempre te vendiste al mancebo obsequioso en su simple placer de ser molesta: Dama de los tarados:
No más te cremen me daré por pagado.