El promontorio se teje
en las mismas manos de los mediodías:
en el apaciguamiento de los vestigios verdes:
Estalla como delicia de los árboles
arraigando a su inicio las raíces.
Un crepitar de aves y de brillos le sobrevuela:
cerca de sus fontanas, nace un camino:
por él vaga la vida y su soltura,
encaramado a los hombros del que pasa.
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