se abrieron las pautas.
Se disolvieron en las sales los silencios.
Te asomaste a los preludios de tu antojo
con una cabellera verde filosofal.
Los vértigos aprendían a mirarse en tus ojos:
De repente, se cuajaron en tu boca las sílabas.
Mandaste al mar a que soltara a las gabarras.
Exigistes al cielo que moderara sus temperamentos.
En tus manos se hizo el colibrí.
Disparastes salvas de geranios:
Andabas en el día, inventando las cosas.
todo era azul, risueño y sencillo.
En los ecos de los laberintos labraste tu canto
hasta satisfacerte, rosa y oblea mía.
Me incorporé del sueño y caminé hacia ti,
hacia los pequeños puentes de sangre que te eran por pies,sobre los que te elevabas para hacerte absolución y triunfo:
lugar que acoge a aquel que viene endosado de maltratos
recogiéndolo en tus brazos y serenándolo, silvestre.
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