La luz blanca crea tus lechos espejantes,
salta sobre tu cuerpo de cadencias,
te entorna la sonrisa como de mediodías
pone en ti el tamborileo de unos dedos brillantes,
se acerca a las lumbreras que manan de tus ojos
hacen que se dibuje en ti una sacra sonrisa.
La luz blanca hace que las libélulas te persigan:
que broten ante ti panales instantáneos
y raja las estrías de unas piedras dulces
para que puedas tenderte allí, entredormida
y ver cómo te admiran los lirios y gardenias.
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