te pienso en horas de llovizna,
en tristezas y maniguas aledañas:
Vuelvo al recuerdo a tu melena negra
y a la diáfana sonrisa de bahía riente.
Al sabor de melaza de tus labios.
Al rasguño suave de tus uñas mañosas.
Eramos los dos, fraguas que se quemaban
debajo de los párpados del cielo.
Quisquillosa en tus prendas mojadas
me regañabas mientras te me ofrecías
como un altar sagrado que se regala siempre
a aquel que quitó de ti la tristeza malárica.
Bajo la tarde bermellón fuimos colores
que apretujados, a una, nos fundimos.
El tiempo te llevó y no te ha traído
pero aun destila ese sabor a sábilaque me entregaste con lengua sediciosa
al prometerme venir entre negras encinas:
El páramo callado me es testigo
de las promesas que resguardo en mi canana.
Aquí, en la orinoquia combativa,
espero que regreses del recuerdo.
Ensañándote debajo de los mundos
que se espantaban de que no éramos coetáneos.
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