las avenidas largas y siempre desgajadas,
el viento haciendo sus ejercicios estoicos
la trampa que se atrapa, la plaza negra
los mismos murales que mueren desangrados
las caras aparentes de los anonimatos
el aroma de sal ante un café impuro,
lo esencial de los cuerpos que buscan penitencia.
Montañas de colibríes echados en basurales
el carmín tosco, aquel loco que busca contemplarse en su labia
el perro que ya es mueca, el muerto en la campiña
el hospital que aloja a aquel que vino vivo:
Hay una retahila de cosas que redundan:
el pie del anciano que acoge tobilleras,
la mueca feroz del irascible que maltrata,
pálpitos de guerra y murmullos de engaños.
La paz en diminutas formas reducidasel repliegue a la soberbia que atavía al necio
la fuente quebrada el orificio artroso
los fantasmas que migran a casas imperiales
engendros de fantasías y sus postreras repeticiones
la gente asustada debajo de sus nombres
el mismo ser agónico que acumula su erario
la mujer que se entrega en moteles baratos.
Asidos a las telarañas de donde se agarra la vida
la pobreza y los ojos vacíos de las viudas.
El canario estupefacto el molino de vértigos,
la tos compulsiva del que ha nacido enfermo
los muelles y el tránsito marino que han perdido
su delgadez redonda y silueta morena.
Remoras y rememoraciones que trae ese tranvía
que aparece de pronto sobre unos rieles súbitosTodo en su misma forma y en aires sin renuevo
se repite y repite en un momento idéntico.
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