donde el mismo vivir, se vuelve sombra
y la roca se torna umbra negra,
la plenitud de tu furor en llamas.
Cuando las piedras cayeron de Saturno
y una vaguada de flechas fue a acecho
el sol pendió de tu cintura oscura
y rodaron por los montes mis alarmas:
Habías devenido en un nido de luciérnagas
envuelta en helechos taciturnos:
Eras aquello que presumí era fábula:
Un conjugar de bosques sustanciosos
renaciendo de un espejo a la deriva
condensada en los racimos de tu carne
cuerpo empeñado en abierta disidencia
ramaje que cobija mis empeños últimos
y bebiendo de la fontana de sus senosrenací como niño, al mundo que moldeabas.
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