pero el espejo en sus entrañas se absorbía:
Pasaban por encima de ellos hexaedros,
lienzos quemados, seres a la deriva,
las divagaciones del segundo en el minuto,
la quietud hecha vórtice y paréntesis.
Las cosas en soledad, se sostenían:
giraban encima de sí mismas y se espiaban
Los relámpagos pactaban en los techos
y las campanas se rascaban la cabeza.
El orbe aspiraba, inhalaba, expiraba
al borde mismo de perpetuos cabezales:
No era todo más que imaginerías:
Divagaciones venidas de un sol tácito.
Sopores que ponen sueños entre los ojos
levantando arquitecturas imposibles.
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