lugar de mis andanzas primerizas
solía estar en prados de diamantes
extendiéndome por todas las terrazas
en que se desplazaban tus volúmenes:
Allí me trancé con mi codicia
para obtenerte y embriagarte con mis copas
y endulzarte con sésamos y unguentos
y rozar, como al inicio del inicio,
por tus protuberancias y terrazas
tomando y desgarrando aquellos velos
que se rompen cuando más nos anudamos
y cada uno se secuestra en el otro
en la ceguera de la pasión indómita
que hace una carne al destilarse en otra carne
y rodar como cántaro, prado abajo
hasta las rosaledas interioresdonde los dos somos furia nutrida
en el presagio del fuego que vivimos
desnudados de pechos y cinturas
esculpiéndonos como lo hacen los náufragos,
sofocados en el gemido cierto
de nuestras pieles por siempre socavadas:
Eramos allí, vida y veneno
y extensión de placeres presurosos
arrebatándonos en horas de deshora
bebiendo el salitre de los poros
bajo la simetría de las constelaciones.
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