Me es lícito
desmaterializame de en medio del dolor:
sacar mi cuerpo, corazón y alma
a un lugar que no sea cerco contrito.
Me es lícito huír de la tristeza
y de los descalabros que me ven, contemplativos.
Entrar siquiera en un resquicio del espejo
para guardarme de la mala boca de la cínica.
Me es lícito moverme a campos delicados
donde el niño que hay en mí sea travieso,
perder esta, mi eterna compostura
ante las jugarretas que borran a los monzones.
Me es lícito no acarrear penares
y tratar de vivir en segundo a lo extremo.
Para que, cuando el tiempo me venza, siga vivo,
por medio de las cosas que realicé y dejé.
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