en el mismo boscaje de tu cuello:
Te subía a la boca un bello verde
acentuado por la premura de un sáfico:
En las mesetas de tus hombros pardos,
la mano a tientas de las constelaciones
chupando la carne primorosa:
dando mordiscos en tu pulpa santa.
La voz del trueno ( siempre inaccesible )
bajaba hacia tus escarpaduras:
hacía tus senos en rotundo levante
queriendo serenarse en lo pacífico
y en tu vientre de ola cabizbaja
donde el peso de lo mullido hace
que se destiñan las letras en cúfico
la desembocadura de dos deltas
Ríos escarlatas en tu amazonía:Allá, en lo profundo del manglar
el connotado vientre
macerado por las naciones de la lumbre:
Lugar tranquilo, donde nace la vida.
Como quienes vienen a Timur
en alegres y vastas procesiones
la punta de tus pies sedimentada
en las raíces de la tierra mística.
Tal cual la hoja que cae del jolgorio
para cubrir los flancos de la nieve
mi mirada en torno de ti:
Ladrona réproba que en una sacristía,
robó una legión de huesos mansos.
En el repoblamiento de la tierra:
mi mirada acechando tu mirada:tus promontorios de miel en lejanía:
aquello que desata en mí la sed profunda:
más que los gritos que toman la laringe
y perforan mis vocales en asaltos,
así desearía uncirme a ti
para cabalgar por yeguas de gemidos:
Para exhalar la vida en tus orejas:
para verter en ti el sémen pálido
En el mismo lugar donde Armonía
colocó tu centro incandescente:
¡ Más frescas que los desiertos que dan paso a los fríos !
¡ Húmeda como el lirio en que suelo regodearme !
El amor en ti y a ti en su finiquito:
El amor que quiere tatuarse para nacer de nuevo
No hay comentarios:
Publicar un comentario