Ya sin filosofar
en la noche enfundada
siempre hecha de ruidos
reconozco, al fin, las claves de mi reticencia:
Sé que no me he entregado a todos los espasmos
de una vida que pide venir en cavilaciones.
He pensado los pasos a mi diestra
y las ambiguedades creadas a mi zurda.
He caminado por un teatrillo fantasmal
que aspira al hombre hasta sembrarlo en polvo.
Que hace de los seres algo menos que una idea
y disminuye, donde puede, al navegante.
Ya sin filosofar me alegro que he pensado
al pasar por mi mundo venciendo voluntades.
Que a veces me fueron tribales e imperiosas
mas me hubiesen llevado a lugar de hecatombes.
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